2010. EMI
Debe ser complicado estar en los zapatos de Steve Harris y la mochila de Iron Maiden sin duda conlleva una pesada carga mediática. Claro, siempre hemos sabido que hay una delgada línea que divide lo que la banda quiere hacer y lo que los fans quieren que la banda haga. La autosatisfacción artística versus la complacencia masiva. En ese sentido, el actual sexteto siempre se ha jactado de ser una banda sin compromisos y que sigue sus propios instintos sin seguir ninguna regla pre-establecida o dictaminada por el mainstream musical.
Toda esta reflexión viene al caso porque cuando se trata de contextualizar un nuevo disco de Iron Maiden, no sólo se trata de analizar o intentar juzgar 10 nuevas canciones; no, los alcances y repercusiones van mucho más lejos y hay tal nivel de polaridad que para algunos es una cuestión “de vida o muerte”, en la postura ideológica sobre lo que debe ser el arte -en este caso la música-, se entiende. Creo no equivocarme que luego dos multitudinarias giras consecutivas de su aclamado “Somewhere Back In Time” tour y el anuncio del grupo de volver a grabar el nuevo álbum en los míticos estudios Compass Point en Nassau, en Las Bahamas (lugar donde la Doncella grabó varias de sus gemas), le abrieron el apetito a muchos pensando que Maiden volvería de alguna forma a conectarse con ese pasado glorioso e insuperable, donde a partir de “The Number of the Beast” (1982) hasta “Seventh Son of a Seventh Son” (1988), el grupo ofreció cinco discos de estudio absolutamente definitivos para la historia del metal.
Pero nada de eso ocurrió, y el grupo siguió de forma inalterable con el mismo patrón musical que instauró con el regreso de Bruce Dickinson y Adrian Smith a partir del disco “Brave New World” (2000). Es increíble comprobar cuan hermética puede ser la esencia creativa de la banda, que se mantuvo incólume e inalterable a pesar del bombardeo de estímulos “nostálgico-ochenteros” a los que estuvieron expuestos en las últimas giras que la banda hizo. El caso de “The Final Frontier” está un peldaño por debajo de “A Matter Of Life And Death” pero definitivamente por sobre “Dance of Death” y peleándole el puesto a “Brave New World”, aunque al final quizás no alcance su mismo brillo inicial, porque claramente “The Final Frontier” no es un disco de impacto tan inmediato, pero que sí va creciendo con cada nueva escucha.
‘Satellite 15’ inicia los fuegos, una intro algo extraña, densa y un poco larga (más de 4 minutos), donde una drum machine marca un ritmo de carácter marcial/tribal y nos sitúa en el espacio sideral y con Dickinson recitando un “desesperado llamado al comando de la tierra”; como les decía, un poco larga, pero diferente. Finalmente a los 4 minutos y 36 segundos arranca la primera canción propiamente tal y la opresión sónica de la intro contrasta con el básico y simple riff inicial del tema título, un tema absolutamente hard rock que fluye particularmente bien y que nos presenta una gran amalgama de solos de la dupla Smith/Murray como en los “viejos buenos tiempos”. El único detalle algo molesto a mi juicio, es la excesiva repetición del coro hacia el final del track, una muletilla que se está haciendo reiterativa en esta fórmula de Maiden que en detalles como ese, muestra sus primeros signos de agotamiento creativo.
Luego viene ‘El Dorado’ que parte con una fanfarria instrumental donde algunos sonidos de guitarra recuerdan de inmediato a ‘Wasted Years’, pero luego le sigue un riff de bajo que recuerda montones a la canción ‘Barracuda’ del grupo Heart. La historia actualiza la leyenda de “El Dorado”, lugar donde supuestamente los conquistadores Españoles Francisco Orellana y Gonzalo Pizarro encontraron la “ciudad perdida de oro” en las cercanía de lo que hoy es Quito, Ecuador. Musicalmente se me hace un tema algo trabado, con quizás muchas ideas metidas en la misma canción, pero que recuerdan, sobre todo en la sección instrumental previa a los solos, algunos ambientes de “Powerslave”.
La pista número tres corresponde a ‘Mother of Mercy’ y aquí ya nos encontramos con uno de los mejores cortes del disco. La intro semi folk a lo Jehtro Tull recuerda mucho a los grandes trabajos solistas de Dickinson para que luego te caiga encima la marcha y una gran instrumentación de la banda. Vocalmente, Dickinson suena tan suelto y relajado, que su voz va subiendo como el “Ed Force One”, fuerte y segura hasta alcanzar esas alturas que todavía consigue dominar con ímpetu y una gran cuota de emoción.
La siguiente, ‘Coming Home’ parte con unas progresiones típicas de Maiden y luego se transforma en una balada épica que también podríamos encontrar en cualquier disco solista de Dickinson, lo que no es nada raro considerando el gran protagonismo en las composiciones del guitarrista Adrian Smith, brazo derecho de Dickinson en esas joyitas como “Accident of Birth” (1997) y “Chemical Wedding” (1998). Sin duda, otro gran momento del álbum, con el vocalista inspirado en las voces y una banda sonando a gran altura. La elegante secuencia de melodías de los solos es de gran clase y sin duda es uno de los momentos realmente inspirados de la placa.
‘The Alchemist’ representa el Iron Maiden más puro y clásico; es 100% esencia Maiden, un tema directo, que engancha de inmediato y cuya cabalgata recuerda a cosas como ‘Be Quick or Be Dead’ o ‘Man of the Edge’. Un gran tema de la tripleta Gers/Harris/Dickinson pero al cual yo le hubiera buscado cambiarle el nombre para que no se llame igual que una canción del “Chemical Wedding” de Dickinson. Con ‘Isle of avalon’ entramos en la etapa del disco donde se inician los temas de largo aliento, el bajo centelleante de Harris al comienzo recuerda de inmediato a ‘Seventh son’ (la canción), incluso algunos fraseos de la voz de Dickinson suenan muy similares al tema de 1988, intencional o no, es un buen tema que mantiene un constante in-crescendo para luego explotar con una buena melodía montada en la tradicional cabalgata Maiden. Nuevamente la sección de solos está en un nivel de inspiración.
‘Starblind’ mantiene la tónica de la formula intro lenta-explosión-marcha-coro, fórmula manida pero efectiva y estamos delante de otro claro ejemplo de cómo una canción con cada nueva escucha va creciendo más y más, como la voz de Dickinson que alcanza otra performance de altura. ‘The Talisman’ repite el patrón anterior al pie de la letra; en esta canción en particular, me parece que la intro acústico-juglaresca está demás porque el riffs inicial parte con tanta fuerza y potencia que hubiera sido completamente rompedor de esquemas encontrarse con otro tema directo al hueso en el disco como lo es este y ‘The Alchemist’. Las progresiones melódicas en las guitarras y los cambios de marcha en el galope son lo mejor de la canción; no tanto así la voz de Dickinson que en esta canción me suena más ajustado y exigido, pero siempre realizando un papel totalmente dignísimo.
‘The Man Who Would Be King’ repite las características en su estructura a los dos temas previos, pero nuevamente la intro me suena un poco fuera de lugar, creo que no era necesaria porque realmente no aporta nada nuevo ni relevante a la canción, es más, creo que la termina opacando, ya que la canción se sostiene muy bien en su instrumentación aunque quizás no alcance el mismo grado de brillantez de otros cortes del disco. El telón cae con ‘When the Wild Wind Blows’, el track más largo del disco, y su semejanza de melodías con temas como ‘Fear of the Dark’ (la canción) o de la etapa Bayley, en mi opinión, le quitan atractivo, pero de todas formas funciona y puede ser un gran tema para todo aquel que no le moleste reconocer aquí melodías que le suenan familiares de otras canciones.
De esta forma llegamos al final del disco número quince de Iron Maiden, su trabajo más largo en duración, superando los 73 minutos y el que demoró más tiempo (cuatro años), en ser editado; por ahí puede haber una clave pues la banda se pasó la mayor parte de ese tiempo en gira, luego tomó un pequeño descanso y luego en pocos meses ya tenían el disco listo, quizás presionados por tener algo nuevo que mostrar pronto. Y esa es la sensación que al menos a mi me queda, que es un buen álbum, pero que pudo ser mejor con más tiempo de trabajo, cuidando un poco más los detalles, no siendo tan obvios y reiterativos con algunas fórmulas.
Me da la impresión de que Kevin Shirley se ha transformado en un productor complaciente, que encuentra bueno todo lo que la banda hace; y creo que su papel hoy se limita a ser sólo un ingeniero de sonido, algo similar a lo que pasó con Bob Rock y Metallica en los noventa. Quizás por ello, una buena apuesta sería hacer un cambio de productor para el próximo trabajo, alguien como Roy Z o Andy Sneap que puedan extraer sólo lo mejor de la banda. Pero, ¿estará el jefe Harris dispuesto a escuchar un consejo? Finalmente, Maiden es Maiden y por algo está donde está.
Cristián Pavez
Tarja
[What Lies Bene
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2010. Nuclear Blast
¿Qué se puede decir de Therion y de este disco? La verdad, no sé cómo entre tanto conventillo de miembros que entran y salen la cosa resulta. Me sentí muy decepcionado cuando supe que Christofer Johnsson había “echado” a todos… independiente de las razones internas, al menos con lo que circula en la web se entiende eso. Fue de gran pena para mí haber visto esa noticia en ese entonces porque me parecía que Therion había llegado a una formación tal que era casi perfecta. Ya no podía esperar nada de “Sitra Ahra”, pero tras unas pasadas me empezó a ser agradable y ahora puedo decir que es un gran disco.
Es difícil que un trabajo de Therion se parezca a otro. Hay gente que alucinó con “Lemuria” y “Sirius B” (2004) pero le desagradó por completo “Gothic Kabbalah” (2007) y viceversa. En fin, no tienen que preocuparse de antemano, puesto que este álbum no se parece a ninguno de los anteriormente mencionados.
Todo parte con ‘Sitra Ahra’, una marcha lenta que te va preparando para el resto de la producción. Los coros se te marcan en la cabeza inmediatamente, eso es bueno ya que uno logra identificar casi la mayoría de las tonadas con solamente escuchar el nombre. El track habla acerca del concepto del Sitra Ahra, las (malas) influencias que vienen del lado izquierdo del árbol de la vida, las tentaciones de los Qliphoth a las que estamos sometidos los seres humanos, algo que se toma como una expansión del concepto de “Gothic Kabbalah”.
‘Kings Of Edom’ es uno de los tracks más largos del disco y uno de los que evoca en su mayor parte al Therion antiguo (llamese “Symphony Masses”). El tema irrumpe pasado los cuatro minutos y medio en una parte muy rápida con los coros que ya todos conocemos, para finalizar de forma completamente dramática con constantes cambios, que te llevan al principio de la canción.
Le sigue ‘Unguentum Sabbati’ uno de los más nuevos y de los mejores, de harto peso. Snowy Shaw despliega sus habilidades como cantante que se mezclan con los coros de Lori Lewis. Algo que llama la atención es el dramatismo que evoca el tema con influencias del Fantasma de la Opera (la opera). Las flautas, el piano y todos los arreglos que estamos acostumbrados de escuchar de Therion suenan espectaculares.
‘Land Of Canaan’ es maravilloso, de lo mejor de lo mejor de “Sitra Ahra”, describiendo a costa de de harmónica y acordeón una de las grandes diferencias con “Gothic Kabbalah”: hay una mayor presencia de instrumentos, secciones con completa ausencia de guitarras que hacen preguntarte si este es realmente un disco de metal o algo más. La composición finaliza con una parte épica donde el coro da la impresión de una iglesia, sobre todo esas iglesias de negros. El tema te llama a entrar igual que los judíos a la tierra de Canaan.
Otro de las grandes pistas es ‘Hellequin’. Acá nos damos cuenta de la capacidad superior vocal de Lori Lewis y déjenme decirlo, Simone Simons, Tarja Turunen, Floor Jansen y demases no existen al lado de esta mujer cuando se trata de cantar lirico. Hay comentarios por ahí de que Sarah Jezebel Deva es la mejor vocalista que ha tenido Therion, pero es bastante debatible teniendo en consideración los agudos que logra Lori, que aquí son plenamente identificables. Destaco también a Linnéa Vikström, que termina de hacer el círculo completo de vocalistas en esta producción.
Con ‘2012’ llegamos a un tópico ultra recurrente hoy en día, abarcados en la actualidad por bandas como Iron Maiden en su “The Final Frontier”, pero a pesar de todo eso, el track como tal no llega a ser tan grandilocuente como uno podría pensar. Y pasamos de las profecías mayas a ‘Cú Chulainn’, un corte un poco más heavy metalizado que a punta de coros se describe a este héroe mitológico irlandés. Acá notamos al Therion que estamos acostumbrados en estos tiempos. Le sigue ‘Kali Yuga III’, otro de los grandes momentos del disco. El ritmo bombástico se mezcla con los coros de Snowy, finalizando con una parte muy dramática que sale de los teclados de Johnsson. El tipo realmente sabe lo que hace, no por nada corrió con toda la producción.
Otro de esos que son buenos pero que no se quedan grabados en la cabeza es ‘The Shells Are Open’, que vuelve a tratar el tema de los Qliphoth entre otras cosas relacionadas con la temática del álbum. Los teclados nuevamente recuerdan al Therion antiguo del “Lepaca Kliffoth”. ‘Din’, es la canción más pesada de “Sitra Ahra”, la más heavy metal, la más corta y la más potente. Menciones especiales para Mika Hakola por los guturales que dan un tinte totalmente diferente a la línea melódica y vocal. “Sitra Ahra” termina con ‘Children Of The Stone: After The Inquisition’, con un comienzo que evoca a la etapa al “Secret of The Runes”, con unos coros diferentes y una melodía dulce pero triste que marca el bajo, para finalizar con grandes armonías dignas del mismísimo cielo.
Nuevamente hay que decir que este es un buen disco con grandes momentos, pero es difícil decir que gustara de todos los fanáticos de la banda por las razones antes descritas, sin embargo es una producción sólida y potente, razón más que suficiente para ver de nuevo en escena. Déjate absorber por el lado oscuro de los sephira y acepta la invitación del Sitra Ahra.
Felipe Lobos
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2010. Universal/The End Records
Tarja tiene una voz que todo el mundo metalero reconoce, un timbre lírico único en la escena, inimitable. Apenas se pone a cantar, uno sabe de inmediato que es ella. Sin embargo, Tarja Turunen aún no se le relaciona con un estilo musical solista propio, una aparte de la de Nightwish que verdaderamente la distinga. Por eso mismo, “What Lies Beneath” pareciera ser -a simple vista- un disco sólo para los fanáticos de Tarja, y para los fanáticos de su persona más que de su voz.
Más encima, los adelantos de este CD no lograron ser tan efectivos como ‘I Walk Alone’ de “My Winter Storm”, que el 2007 se convirtiera sin problemas en un himno. Ahora, la salida simultánea de videos, la regrabación de un clip para ‘Until My Last Breath’, y numerosos teasers en vivo, confundieron un poco las cosas. Por fortuna, a la hora de la verdad, “What Lies Beneath” es un álbum que, si bien la producción y el sonido siguen siendo aristas muy potentes, muestra una mayor preocupación por la canción misma, a diferencia de “My Winter Storm” que se centraba en la producción, con grandes diseños cinematográficos de audio.
Hay algo más sustancioso en este esfuerzo, algo más profundo, y sin duda que 'Anteroom Of Death' es una grata sorpresa al comienzo, un tema de onda finlandesa muy noventera, con clavicordios, cuerdas y mucha gracia en la voz de Tarja, incluyendo la participación de Van Canto en un quiebre excelente. Después viene ‘Ultil My Last Breath’ y aquí se nota que en el contexto de un tracklist funciona como pieza clave, como uno de sus mayores ganchos. En esta pista se distingue una producción con guitarras más fuertes y claras que en “My Winter Storm”, y el golpe muchísimo más fuerte de Mike Terrana (Masterplan, ex Rage, Metalium) en la batería, definitivamente más metalero que el toque Pop de Earl Harbin (Seal, Pet Shop Boys, Air) en “My Winter Storm”.
‘I Feel Immortal’ vendría a ser como el ‘I Walk Alone’ del “What Lies Beneath”, pero falla en tener el mismo impacto, esencialmente a causa de su atmósfera menos cinematográfica. ‘In For A Kill’ por su parte, debería ser una canción grandiosa. Posee unas cuerdas muy agresivas, las guitarras vuelven a ser fuertes y el ritmo es muy sólido. Sin embargo, a Tarja no se le nota cómoda en los tonos líricos del coro y suena forzada, como si tratara a toda costa colocar esos timbres, un fenómeno parecido a lo que ocurría en algunos tracks del “Once” (2004) de Nightwish, donde simplemente lo lírico no funcionaba. Por suerte, en ‘Little Lies’, otro de los cortes “intensos” de la placa, a Tarja se le escucha mucho más cómoda y natural.
Ahora, “What Lies Beneath” puede que sea un disco de producción menos tipo “banda sonora” que la de “My Winter Storm”, pero el tema ‘Underneath’ guarda una magia de película francamente extraordinaria. El piano y las melodías de Tarja llegan a conmover, entregando las líneas más preciosas de todo el disco. Y lo mismo ocurre en ‘Rivers Of Lust’, de tono más solemne, donde Tarja se suelta y entrega un performance colosal. En su carrera completa, la finlandesa siempre ha sonado mejor cuando alguien usa sus vocales como instrumento sinfónico, y eso es lo que justamente Tuomas Holopainen hacía en temas como ‘Wishmaster’, ‘Bless The Child’ o ‘End Of All Hope’. Pese a que ‘Rivers Of Lust’ no tiene nada que ver con esos, allí Tarja saca a relucir esa cualidad de “instrumento vocal” y le da a la composición una vibra fantástica.
Después, ‘Dark Star’, la canción que Tarja y su banda ocupan para abrir los conciertos, pareciera acercarse un poco al Within Temptation del “The Heart Of Everything” (2007), pero esos gritos del invitado Phil Labonte (All That Remains) arruinan toda la intención, en lo que resulta ser una colaboración muy poco adecuada. Algo similar sucede con ‘Falling Awake’, un tema de buen ritmo que pierde fluidez con la inexplicable entrada de Joe Satriani, haciendo un solo que nada tiene que ver con el resto de la creación.
‘The Archive Of Lost Dreams’ es otra pausa en la que Tarja se luce con sus notas líricas, lo que enseña que casi toda la música de “What Lies Beneath” está, al igual que la de “My Winter Storm”, en función de sus habilidades como cantante. La preponderancia se encuentra en su figura, más que en estilo musical. De verdad, aquí hace lo que quiere, y la ventaja de explorar distintas vertientes que funcionen para su voz es que de pronto salen sorpresas como ‘Crimson Deep’, un cierre dramático, de armonías rifferas notables, de un in crescendo atrapante, arreglos sutiles pero que impresiona, y la batería del Living Colour, Will Calhoun, mostrando su diferencia con la de Terrana. Gran despedida.
Y sobre las letras que muchos seguidores han tratado de vincular con lo vivido por ella tras quiebre el con Nightwish y Tuomas Holopainen, como si se tratara de un disco de Usher, la verdad es que nunca se sabrá más allá de las teorías que cada uno elabore. Esto deja ver lo que Tarja provoca entre su fanaticada, un efecto de comunicación íntima y directa, y si bien la música de “What Lies Beneath” no se perfila para ser un material trascendente dentro de la carrera de la voz de Finlandia, consolida ese diálogo entre ambas partes. Tarja Turunen sigue vigente, corroborando lo preciosa que es su voz, independiente de la solidez o falencia de la música.
Jorge Ciudad
Fuente:Rockaxis.com
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